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En sus orígenes, las puertas automáticas no eran como los cierres que conocemos actualmente. Aunque parezcan aparatos que tienen pocos años de vida, fueron utilizados por civilizaciones pasadas como, por ejemplo, el Imperio romano.

El objetivo de este invento fue poder abrir y cerrar puertas sin la necesidad de ningún esfuerzo. Según algunos documentos históricos, la primera puerta de este tipo fue creada por Herón de Alejandría. Este famoso ingeniero del siglo I experimentó con el vapor de agua para hacer automáticas las puertas de la época. Esta técnica, que era utilizada para otras tareas, funcionaba gracias a la presión que el agua ejercía cuando hervía, lo que hacía posible los desplazamientos de los sistemas de poleas y transmisores rudimentarios.

Pero, en el siglo XIX, apareció el motor eléctrico y las puertas automáticas y multitud de aparatos se perfeccionaron. En 1920 la conocida empresa Overhead Door Corporation construiría la primera puerta automática para un garaje, esta puerta fue ascendente y revolucionó el mercado. Las próximas décadas aprovecharon el auge de estas puertas y se empezaron a fabricar otros tipos: puertas abatibles, seccionables, correderas y basculantes. También empezaron a añadirse otros materiales en su elaboración como el aluminio, que cobró protagonismo en esos años.

Como se puede ver, nuestros antepasados le dieron al coco para apañárselas con los recursos que tenían a su alrededor. Hicieron de la maña, la imaginación y la inteligencia grandes cosas, entre ellas, la puerta automática. Este invento ha evolucionado hasta convertirse en algo tan esencial en nuestras vidas.

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